Carta breve a un caballero

Querido señor, hombre-amor, destinatario,

reúno estas palabras con el esfuerzo que brota del impulso. Como si hubiera bebido un largo sueño, como si hubiera comido un manantial, como si bebiera en este momento todas las horas de su presencia: así me siento. Las fuerzas que gasté en el desamor que usted noblemente tuvo a bien regalarme ya no me hacen falta alguna; para amarlo nuevamente he recibido fuerzas nuevas. Usted mismo las va haciendo con su ausencia que, a golpes de constancia, no hace sino recordarme que lo amo y dictarme esta carta, menos breve cada vez.
Hoy he dedicado las horas a escuchar las canciones que hablan de todas las formas en las que yo lo he querido y lo quiero. Cada una, en su reverso, habla también de todas las manera en las que usted ha sabido olvidarme. Aplaudo su sabiduría, la admiro. No la imito, no quiero. Me basta mi locura, la prefiero por encima de cualquier prudencia, incluyendo la suya.
Quisiera complacerlo diciéndole que lo he olvidado, pero no quiero mentirle. Prefiero recordarle que tenemos una cita cada día, a cada hora de su ausencia en todos los sitios en los que no está.
Lo espero. Lo estoy esperando. Sé que usted lo tiene en mente. Eso es suficiente siempre.

Se despide de usted su misma insumisa amante, amorosa y remitente.