Ya cuántas cartas te he escrito Daniel, cuántas. Y sigues punzando como desde el primer día que te vi. Sigues siendo esa manifestación violenta de piel de gallina y pupilas dilatadas.
Te pienso a diario. Creo que apenas hace poco caíste en la cuenta. Pienso en todas las veces que deseábamos tocar nuestra piel y no lo hacíamos, en las veces que los abrazos casi se volvían besos, en los “te quiero” que por mi parte se convertían casi en “te amo”.
Ahora estoy en otro punto del mundo, y en otro, y en otro, y sigo imaginándote ahí donde mismo, donde nos vimos por primera vez, sigo pensando que estás sentado a mi lado y yo soy la boba que le palpita el corazón precipitadamente, la que va a las fiestas para verte aunque no llegues. Para mí sigo en esa banca frente al inmenso jardín, tomando café o leyendo, con mis 24 años y la vida por delante, con los sueños revoloteándome en quién sabe qué lugar del futuro, con la esperanza de cambiar el mundo y ahora veo que el mundo quizás haya cambiado, quizás logré ser lo que siempre quise, pero ningún día dejé de añorar el día que nos abrazamos tan honda e inocentemente, cuando nos tratábamos con la dulzura de todo el mundo, creyendo que nunca dos personas podrían quererse así.
Un día te convertiste en cartas, cuentos, capítulos disgregados. En ese instante comprendí que la lejanía ya era mucha, que ya no eras presencia sino memoria, y tenía que escribirte para asirte y no olvidarte. Incluso imprimí las peleas, los malentendidos y las tantas veces que nos herimos quizá por orgullo o por no demostrar lo que sentíamos.
Es otoño, el frío, piel erizada. Contemplo tu ataúd a punto de destrozarme en llanto. Gracias por la carta, la he leído mil veces. Me siento hecha añicos, pero tengo que retirarme, tus hijos me miran un poco extrañados y no deseo incomodarlos.
Aquí en esta línea te regalo el tango que nunca bailamos.
Soy la sombra que pisabas, que iba detrás de ti y que se ha ido con tu cuerpo. Ahora me queda sólo mi propia esencia, sólo mi cuerpo y mi rostro que miro frente al espejo, veo que se me ha ido la vida contigo. Noto que algo me falta, y que algo me sobra.
Tal vez ahora soy libre.
Te pienso a diario. Creo que apenas hace poco caíste en la cuenta. Pienso en todas las veces que deseábamos tocar nuestra piel y no lo hacíamos, en las veces que los abrazos casi se volvían besos, en los “te quiero” que por mi parte se convertían casi en “te amo”.
Ahora estoy en otro punto del mundo, y en otro, y en otro, y sigo imaginándote ahí donde mismo, donde nos vimos por primera vez, sigo pensando que estás sentado a mi lado y yo soy la boba que le palpita el corazón precipitadamente, la que va a las fiestas para verte aunque no llegues. Para mí sigo en esa banca frente al inmenso jardín, tomando café o leyendo, con mis 24 años y la vida por delante, con los sueños revoloteándome en quién sabe qué lugar del futuro, con la esperanza de cambiar el mundo y ahora veo que el mundo quizás haya cambiado, quizás logré ser lo que siempre quise, pero ningún día dejé de añorar el día que nos abrazamos tan honda e inocentemente, cuando nos tratábamos con la dulzura de todo el mundo, creyendo que nunca dos personas podrían quererse así.
Un día te convertiste en cartas, cuentos, capítulos disgregados. En ese instante comprendí que la lejanía ya era mucha, que ya no eras presencia sino memoria, y tenía que escribirte para asirte y no olvidarte. Incluso imprimí las peleas, los malentendidos y las tantas veces que nos herimos quizá por orgullo o por no demostrar lo que sentíamos.
Es otoño, el frío, piel erizada. Contemplo tu ataúd a punto de destrozarme en llanto. Gracias por la carta, la he leído mil veces. Me siento hecha añicos, pero tengo que retirarme, tus hijos me miran un poco extrañados y no deseo incomodarlos.
Aquí en esta línea te regalo el tango que nunca bailamos.
Soy la sombra que pisabas, que iba detrás de ti y que se ha ido con tu cuerpo. Ahora me queda sólo mi propia esencia, sólo mi cuerpo y mi rostro que miro frente al espejo, veo que se me ha ido la vida contigo. Noto que algo me falta, y que algo me sobra.
Tal vez ahora soy libre.
10 comentarios:
Libertad, horrible libertad.
Ttttsss, ¡mujer asesina! :P Me gusta la historia, sobre todo el comienzo y las líneas que ya te dije, realmente me parecen sinceras y efectivas en el mensaje. ¡Genial! :)
invariablemente prefiero el futuro desde el pasado que el pasado desde el futuro,
la melancolia se antoja siempre deliciosa
Donfocmi!!... Arhg!
Muy buen texto: sentido, fuerte, emocionante... =)
Saludos.
Para mi lo importante de un texto es que te agarre desde el principio, que no podás de dejar de leerlo, eso me pasó con el tuyo, muy bien!
Me gustó mucho, muy triste. Al principio parece una historia de casi-amor como hay muchas, pero el final lo cambia todo.
Ok pero ...
¿No se podría llamar Miguel o Gabriel?
Me caen mal los Danieles :S
Cochinos recochinos danieles...
A mí también me cae gordo Daniel Luisz... eso qué ni qué.
Por eso lo maté XD jajaja.
Me proyecté...
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