“El que sabe no muere como el que no sabe”
(Refrán yoruba)
Creo en la clarividencia, en los presentimientos y en los oráculos. No sólo busco en ellos conocer mi futuro, sino semillitas de reflexión. Tomo los refranes del caracol como un ovillo que enredo y desenredo en mi mente, a manera de meditación y como ejercicio de análisis.
Durante mucho tiempo creí que entendía lo que era asomarse al futuro, pero hoy veo que no.
Todo esto comienza cuando visito a una vidente. Ella me dice cosas certerísimas. La vuelvo a ver por una circunstancia diferente y me hace una pregunta que me llamó la atención: me pregunta por una persona. Yo le respondo que está bien y ella hace una mueca graciosa. Fuma su puro. Cambia de tema. Me cuenta de un hombre que tiene un problema muy grave y que, para salvarse, necesita hacer algo muy preciso.
- ¿Y usted ya se lo dijo?- le pregunto.
- ¿Yo? No, claro que no. Uno no puede decir esas cosas, porque la gente se molesta. Piensan que uno tiene otras intenciones y quiere engañarlos.
Me pongo a pensar entonces en que, entre las cosas que me dice porque necesito saberlas, hay cosas que no me dice porque no estoy lista para aceptarlas. Ella me mira y hace una mueca graciosa. Fuma su puro. Cambia de tema.
Cuando me separé de la persona por la que me preguntó entendí que la vidente no me había hecho la pregunta porque sí. Confirmé que ella sabía lo que pasaría. Recordé aquella frase de Matrix: el oráculo te dice lo que necesitas escuchar. Juro que si ella me hubiera advertido lo que sucedería habría sufrido por anticipado, me habría enojado por anticipado y no me habría bebido las últimas gotitas de la felicidad. Así es esto.
Pero, en la lectura del futuro, no sólo nos sorprenden las omisiones. Hay cosas que nos dicen y que, por no tener suficiente información para interpretarlas, ignoramos u olvidamos. Una vez que nos cae el balde en la cabeza el golpe aviva la memoria: “claro, esto ya me lo habían dicho”. No todas las advertencias nos corresponden; hay caminos que no podemos eludir.
A mí me ha pasado lo contrario: cuando me predicen algo importante lo retengo en la memoria y hago teorías sobre cómo ocurrirá. Mis teorías suelen ser taaaaaaaan lógicas y estructuradas que me llego a convencer de que sé cómo ocurrirán las cosas y que tengo todo bajo control llega el destino y me toma por sorpresa, desde el único flanco que no estoy cubriendo. Eso me ha enseñado una cosa: los griegos tenían razón, quien quiere huir del destino, en realidad, lo acelera.
Me gusta preguntarle al futuro, sabiendo que nunca se le puede realmente conocer.
6 comentarios:
Interesantísimo...
"Creo en la clarividencia, en los presentimientos y en los oráculos" Ahí perdí el interés.
Pues qué chaparrito era.
el futuro no existe, es solo un pasado adornado con fantasias mas complejas
No creo en el destino, más bien creo en el presente y que con esté podemos "cambiar" las cosas que puedan ocurrir
Anyway... es interesante tu punto de vista.
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