martes, 20 de julio de 2010

Regalo

Regalo


De los pocos regalos que me ha dado la vida, sin duda el mejor de ellos es tu estado de embriaguez. Este estado es, cosa por lo que estoy profundamente agradecido, tremendamente recurrente.

Es cierto que siempre eres simpática y atenta con sonrisa fácil y conversación agradable, tienes una platica de lo más desenvuelta y a ratos interesante. Tu voz es melodiosa (debo declarar que de tus cualidades es de mis favoritas) y con una explosión de risa que hipnotiza. Eres en general agradable, entretenida y siempre invitable a cualquier reunión social.

Sin embargo, mientras avanza la noche y las conversaciones se acomodan con los agentes apropiados, tu vas poco a poco entrando en una dinámica que siempre me seduce.

Poco a poco las miradas se van haciendo mas cercanas, inclinas el rostro un poco hacia abajo mirándome hacia arriba y con una ligera sonrisa mezcla de coquetería con timidez cada vez que me descubres viéndote fijamente. Del mismo modo las oraciones se susurran en palabras mas largas en mi oído para competir con el volumen de la música.

Me encanta que cuando empiezas a beber inevitablemente empiezas a sentir mucho calor, tu piel se vuelve ligeramente húmeda con tu sudor y enloquezco cuando haces siempre le mismo gesto, te amarras el pelo para liberar tu nuca y con ella la plenitud de tu olor. Cada persona tiene un propio olor, un olor único e irrepetible que siempre está por encima de perfumes y desodorantes, y tu olor, de por si intoxicante, es en este punto cuando encuentra su máximo esplendor, y me obliga a tomar cualquier medida para acercarme a tu cuello, el cual por alguna fantástica coincidencia esta exactamente a la altura suficiente de mi nariz para disfrutarlo plenamente sin levantar demasiadas sospechas.

Adoro tu estado de embriaguez donde poco a poco te olvidas de las promesas que me has hecho y de las razones que te inventaste para hacerme esas promesas, trago a trago dejas fluir esa pasión que vive siempre escondida dentro de ti, oculta pero a la vista de todos como pez en su pecera, cualquiera que te vea adivina tu cachondez pero no puede liberarla hasta que llegas a este delicioso estado de embriaguez.

Te amo cuando me dices que la última vez era la última vez, cuando entre beso y beso me dices que ya no y cuando invariablemente antes de irte no me dices ni una palabra, solo me sonríes un poco y me dejas imaginando nuestro próximo encuentro

3 comentarios:

la chida de la historia dijo...

Uh! muy buen texto, Contador... de esos que llevan a la imaginación de la mano y todo se recrea en la cabeza del lector... además, lleno de sensualidad y 'cachondez'...

Saludísimos.

Adriana Miranda dijo...

Contador, muy bueno, me gusta tu narración, me imagine el momento y casí pude verte con ella, me sentí un poco voyeurista. Saludos

Luisz dijo...

Buenísimo, lástima que cuando se acerca, el olor natural tan seductor se combina con el tufo inconfundible del tequila los nachos con frijoles de botana, haciendo el beso poco menos que intolerable...