miércoles, 4 de agosto de 2010

todo por mi tonta obstinación

Jamás me sentí más abandonada en la vida.
Se orilló y me gritó que me bajara del coche y con lo obstinada que soy, ¿cómo no hacerlo?
Estaba lloviendo, hacía frío, me encontraba a cientos de kilómetros de mi casa, en una ciudad que conozco poco, en un sitio alejado de todo.
Comencé a caminar, había gente así que no podía permitirme romper en llanto, pero me sentía desolada, no sabía qué hacer mucho menos a dónde ir.
-¡Adiós güerita!- me gritó un albañil.
-¿acaso eres idiota? ¡Soy pelirroja!- respondí y apresuré mi paso.
Para ese momento me encontraba completamente empapada y justo cuando iba a romper a llorar, recordé que en mi bolsa tenía mi cartera, con dinero suficiente para subirme a un taxi, pedirle que me llevara a la central e irme en autobús a donde se me diera la gana.
Alcé la vista, aun no reconocía el lugar y no encontraba un solo cochino taxi. Por eso me tragué mi orgullo cuando apareció de nuevo en su coche, rogándome porque subiera.

Así fue como aprendí a no discutir jamás con quien va conduciendo en medio de una tormenta.

FIN

6 comentarios:

Karabá dijo...

Ni modo mija, te vas a tener que ir con el señor...

la chida de la historia dijo...

jajajaja... por alguna extraña razón tu historia me recordó una anécdota personal... pero por mí no regresaron... =(

Adriana Miranda dijo...

A mi también me dejaron a altas horas de la noche sobre una avenida, a petición mía he de decir, pero ni siquiera llamó para preguntar si llegue con bien a casa, al otro día me dijo, “dejaste esto en mi coche”. Aprendí a no subirme a su coche otra vez =)

Luisz dijo...

¡Rayos! Sí es el blog de los corazones solitarios :S

Karabá dijo...

Ja por cierto, me encantó el "FIN"

El Contador Ilustrado dijo...

yo no hubiera regresado