A ratos me da por pensar en las cosas que me provocan un estirón de jeta, vulgarmente llamado sonrisa. He estado a punto de ponerme en huelga y gritar en contra de las líneas de expresión que cada vez se notan más profundas a los lados de mi trompita que se niega a permanecer torcida. Sin embargo hay algo que me detiene, esas vocecillas en mi cerebro que me susurran, insistentes, para que la sonrisa permanezca y la preocupancia sea más hacia los surcos que provoca en la frente un ceño fruncido.
Me he dejado convencer y vengo aquí a venderles la idea, ñoña y cursilosamente, con una frase que acostumbra mi papá: ¡Sonrían y la fuerza estará con ustedes!. Qué, ¿no me creen?. Bah, enamórense y verán que mi argumento no sirve de nada, ustedes tendrán el propio.
Me he dejado convencer y vengo aquí a venderles la idea, ñoña y cursilosamente, con una frase que acostumbra mi papá: ¡Sonrían y la fuerza estará con ustedes!. Qué, ¿no me creen?. Bah, enamórense y verán que mi argumento no sirve de nada, ustedes tendrán el propio.
1 comentario:
Odio enamorarme
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