Carrera de obstáculos.

Me ha tocado ver, en varias ocasiones, competencias de atletismo a través de la televisión y también en vivo. Hace no mucho una de mis hermanas competía en carreras de 100 y 400 metros planos... un ráfaga la chamaca. Pero en la prueba con obstáculos, en la que ella no participaba, nos entreteníamos viendo y apostando a que no faltaría uno, al que se le enredarían las patas, que terminaría con el hocico roto. Casi siempre le atinábamos, aunque a veces era más de uno.

Podíamos morir de la risa pero la conteníamos hasta que el aludido(a) se retiraba con algo más que la cola, las rodillas, la jeta y la dignidad raspadas. Lo realmente interesante del asunto es que eran competidores que volvían a intentarlo en siguientes torneos y, aunque aporreados y muy recordados por caídas anteriores, en ocasiones hasta salían con la medalla... Aplausos.

El esfuerzo es mayúsculo y la preparación es también muy importante. A veces hay sacrificios de por medio y, aunque haya traspiés y caídas, la recompensa es alcanzada tarde o temprano. No importa que haya mirones que se rían... la meta sigue siendo la misma.

Hoy estoy yo en mi propia carrera de obstáculos... pero no, no crean que de la noche a la mañana soy atleta, eso sería realmente ridículo... Cuándo se ha visto un tamal mal amarrado correr... y menos, saltar obstáculos... no, no, no. Mi carrera, queridos lectores, es la viduchita de porquería... Los obstáculos están ahí, con la distancia y la altura correspondientes para que, con el fin de llegar a la meta y sonreír feliz, yo los vaya brincando uno a uno...

No sé si mi preparación haya sido la correcta, ni siquiera sé si estoy en condiciones de correr... lo que sí sé es que quizá en ésta ocasión caiga... pero también sé que me levantaré (con la cola, las rodillas, la jeta y la dignidad raspadas...) pero lo volveré a intentar hasta que llegue feliz, sonriente y CAMPIONA a la meta.

Chin chin a los que se ríen de mí.