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Ser niño tiene sus ventajas, dicen.
No tienes que preocuparte por lo que vas a comer, tú sólo te sientas a la mesa y comes lo que te gusta, y lo que no lo dejas o lo embarras en el mantel o se lo das al perro. Parece fácil ¿no?
Tengo un amigo que desde que tenía cinco años trabaja vendiendo dulces en la calle. Y no, no es un niño de la calle pero la calle sí le pertenece, no es ni nunca fue un chavo banda. Su madre, madre a su vez de otros seis hijos, contaba con una únicas posesiones en la vida: una tabla de dos por dos metros y dos pares de cajas de plástico. Entonces hizo lo que sonaba más conveniente para ella y sus siete hijos. Comprar dulces por toneladas y a plazos empeñando la vida y venderlos en la calle.
En un afán expansionista, mi amigo y su hermano menor recorrían las calles con una caja más pequeña con dulces, chicles y chocolates ofreciéndolos a los transeúntes. Esporádicamente entraban a dependencias del gobierno local, escuelas, etc. con su cajita y no volvían al puesto hasta haberlo vendido todo, sin comerse un solo dulce y entregando el dinero íntegro a su madre.
Los dulces deben de ser una de las mercancías con menor margen de utilidad de todo el mundo mundial y sin embargo, a la mamá de mi amigo le alcanzó para vestir y alimentar a siete hijos, pagarles transporte a universidades públicas a cuatro de ellos y seguir manteniendo a dos de ellos después de los treinta años. Incluso fue con mi mamá por un tratamiento dental muchos años antes de que yo conociera a mi amigo.
Su infancia estuvo marcada por las carencias. Carencias que no lo atormentaban porque siempre se consideró inferior a todos los demás, aún sabiendo de su capacidad. No me parece que haya sido un defecto de formación, más bien creo que fue simple racionalización de la personalidad. De padre ausente, mi amigo tomó las preocupaciones inherentes a la figura paterna pero sin tomar las riendas de la responsabilidad. ¿Qué diría Lacan? ¿Y Freud?
Hoy, recién casado y con un camino profesional que, estoy seguro, no puede llevarlo sino a grandes alturas, me doy cuenta que no es que no haya dejado de ser un niño, sino que en definitiva, cuando tuvo la edad necesaria, nunca lo fue. Es tímido pero preguntón, cursi irredento pero enamoradísimo de su esposa, si vida marital está llena de carencias también pero eso no lo hace infeliz, al contrario. Elphie lo definió una vez como: "...un hombre sencillo que quiere a sus amigos cerca en el gran día, que todo lo que tiene, poco o mucho, lo dedica a lo que verdaderamente importa, lo que da frutos". Y es un niño, un niño grande que, ahora que puede permitírselo, vive todos los días aprendiendo cosas nuevas y siendo el chamaco que no pudo ser cuando debía.
No convivo mucho con él últimamente, pero cada vez que veo un twit suyo, no puedo sino recordar que tuve una infancia feliz, darle gracias a mi madre por darme mi propio tiempo para ser niño y jamás olvidar que, pase lo que pase, ese niño no muere jamás, ese niño es la raíz del hombre -malo o bueno- que soy ahora.
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Hace 3 meses
8 comentarios:
tragico en cierto modo
y bello en el resto
Historias de la vida real, ciertamente, también ejemplo y motivo para valorar lo que cada uno de nosotros sí tuvo.
Saludos.
Uno siempre piensa que esta "fregado" en la vida, y hay personas que siempre estan mejor o peor que uno.
La infancia debería ser eso, infancia, lastimosamente algunos les toca perderla por las circunstancias de la vida, pero como dice Luisz, el niño nunca muere, y lo mejor no hay que dejarlo morir, porque que aburrido ser un adulto de por vida!
Ay, pues yo nomás quiero decir: "pipipipí"
Qué bonito!!!
Vivir la infancia a cualquier edad es íncreinble, me gusto mucho tu post.
Suele pasar... a veces la vida nos hace vivir las etapas en desorden... y es bueno darse la oportunidad de vivir cada una de ellas, ademas de todo, uno siempre lleva un niño adentro no??
Me da gusto saber que hay gente que se esfuerza y vive a la vez!
:)
Buen post amigo lagañoso!
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