martes, 4 de mayo de 2010

¿A poco no es bonito?

Caminar.
Observar a la gente pasar. Mirar como el viento mueve las hojas de los árboles que apenas si se logran inmutar ante este calor infernal. Meterse en comentarios ajenos y crear historias.
Yo soy una cuenta historias.

Por eso, no puedo evitar escuchar "Y entonces ahí estaba guey, todo borracho y yo ni sabía que hacer, lo saqué del pinche bar ese y vomitele que vomitele, pero ya se le fue pasando...." a un uniformado sobre Reforma.
Y mi mente se imaginó a los dos policías entrando esa noche de su día de descanso, al bar aquel que les recomendó su comandante, que parecía que era de moda y en el que pagaron al mesero gran parte de todos sus ahorros... De todo un año. Me los imaginé ahí, conversando con la gente, usando esas finísimas camisas de seda que se compraron con su aguinaldo en los años noventas... Cuando todavía no tenía, ninguno de los dos, hijos que mantener.

Obviamente no ligaron a nadie. Obviamente se pusieron a beber como si no hubiera un mañana. Obviamente todo cambió cuando llegó el comandante de la mano de la ex de uno de ellos.

No podía decirle que su corazón se había roto en ese preciso instante y que vulnerado por el miedo que le ocasionaba perder su trabajo, no pudo partirle la cara al comandante.

Malditas clases sociales.

Pero que a partir de ahí, el "pareja" decidió no dejar de beber hasta que viera esa botella de bacardi blanco totalmente vacía...

...Hasta que tuvo que ser arrastrado por su compañero hasta la puerta de entrada para que desde ahí, descargara poco a poco todo el desamor, por la boca.

Y todo aquello, ni siquiera sé si pasó. Es que no he vuelto a ver al policía.

3 comentarios:

El Contador Ilustrado dijo...

las mejores ficciones son siempre, por mucho, las reales.

Karabá dijo...

;) malditas clases sociales...

Marlenne Magallanes dijo...

Hay mil historias escodindas por todos lados, sólo que no las vemos.