Dos cabezas son mejor que una aunque a veces ninguna es mejor que una y la mayor parte del tiempo una es mejor que un monton

—Acepto el reto— con esas palabras el joven Reiner había firmado su sentencia de muerte. Desde la vez que Jonás había desaparecido adentrándose en la noche al cementerio, había quedado prohibido siquiera acercase a las puertas. Reiner sin embargo se sentía un joven valiente. Quizá esa sensación de valentía fue lo que lo precipitó a aceptar tan descabellado reto, adentrarse al anochecer al antiguo cementerio y traer de vuelta una de las flores que crecen alrededor de estatua de Esgaroth, el legendario guerrero caza-demonios. Bien podría ir a hurtadillas durante el día hasta allá, cortar la flor y mantenerla oculta hasta la noche, pero era sabido por todos que esa flor sólo abría en la noche y que tenía la peculiaridad de petrificarse al momento de ser cortada, por lo que era necesario ir hasta allá y cortarla durante la noche.

De aquel cementerio existían infinidad de leyendas, desde las más románticas hasta las más espeluznantes, era tan viejo que nadie recordaba a alguien que hubiera sido enterrado ahí. Los pueblos habían rodeado el cementerio hasta dejarlo en medio de un enorme bosque y era tan grande que tenia un monasterio abandonado, un lago, criptas subterráneas y cientos de estatuas. La antigua reja de barrotes había sido soldada desde hacia tiempo y nadie tenia la necesidad de entrar ahí.

La forma más fácil de llegar era guiándose por el "Árbol de los muertos", un gigantesco árbol gris que podía verse desde cualquier punto del bosque, sus ramas caprichosamente retorcidas carecían de hojas y algunas noches el aire y las sombras parecían darle vida propia. La noche en que Reiner entró al cementerio era una de esas noches. Las nubes corrían velozmente en al cielo, parecía que la luna se apagaba por instantes. De pronto escuchó un ruido, la sangre se le heló al escuchar una lenta melodía cantada por una mujer, olvidando por un momento la estatua de Esgaroth, llegó hasta un claro de cruces que medían un metro de alto, una mujer bailaba sola dando vueltas entre las cruces y apoyándose en ellas para levantar la pierna al cielo haciendo movimientos propios de un ballet clásico, Reiner se ocultó tras un árbol y aunque ella lo había visto desde un principio siguió bailando aún mas lento, como gozando ese gesto de vouyersimo. Casi al instante ella percibió que era observada pero fingió no notarlo, continuó bailando más lentamente, gozando de su vouyerista acompañante.

De momento el canto y los movimientos que ella desprendía hipnotizaron a Reiner al grado de que las preguntas obvias se le fueron de la mente, no se preguntó quién era, o por qué estaba ahí, por qué a estas horas, por qué bailaba. La misteriosa mujer comenzó a alejarse y fue, poco a poco, adentrándose entre las criptas del bosque. Apenas la perdió de vista entre la niebla, comenzó a seguirla escondiéndose entre tumba y tumba, él no lo sabía, pero en vano pretendía ser sigiloso pues la mujer sabía exactamente por donde iba.
Pensó que podría ser una ninfa, o un fantasma, bailaba como un hada, cantaba como una sirena, fuera lo que fuera, Reiner estaba convencido de que no era humana. En un descuido la perdió de vista, se levantó, ahora sin esconderse y busco temeroso tras las lapidas —¿pero qué estoy haciendo?— se preguntó, el viento sopló fuerte, Reiner dio media vuelta y se sobresalto al encontrársela de frente. De momento se petrificó, la belleza de la mujer iba más allá de lo imaginable que le causaba temor.

Ella lo miró fijamente y suavizo la mirada, una mirada que podría haberse tomado como un derroche de sensualidad o de maldad. Se abalanzo rápido sobre él, pensó que era atacado pero ella lo rodeo con un brazo por los hombros y con el otro sujeto su cabeza mientras apretaba su boca con un hambriento beso, de todas las cosas que podrían pasar en un cementerio encantado, con una espectral mujer que bailaba entre las tumbas esa era la que Reiner menos esperaba, se sentía sometido, el abrazo de la mujer no lo dejaba moverse y nunca habría sospechado que aquello le excitara tanto hasta que el beso se volvió mas fuerte, tan fuerte que dolía y lo dejaba sin respiración, la mujer apretaba mas el abrazo casi sofocándolo, entonces lo sintió, unos colmillos como navajas rozaban sus labios y el sabor de su propia sangre le hizo

Como pueden distinguir, ¡oh ávidos lectores! Este cuento no tiene final ¿por qué? ¿porqué ya era deliberadamente malo quizá? Quien sabe, lo cierto es que lo antes leído fue escrito en conjunto de Yair y su no-servidora y nunca lo terminamos, es divertido escribir en conjunto con alguien mas, a veces salen cosas buenas, como muestra, y si les interesa les dejo nuestra aclamada saga de: La primera cita, les juro que esta mucho mejor que esta que publique aquí.