viernes, 2 de abril de 2010

The Marie Lloyd

3
El frío comenzaba a colársele entre las piernas recién depiladas, tan tersas, lo cual aumentaba notoriamente su sensibilidad, su tacto, sin duda una sensación más placentera que irritante. La falda se le desacomodaba y con un gesto disimulado miraba a su alrededor para ponerla en su lugar. El cuadro era claro: algunos charcos en el suelo iluminado por los faroles de la calle, haciendo un espejo de luz amarilla donde podía igualmente verse ese destello como verde-rosa de la bolsa que pendía de su mano. En esa inmensa oscuridad todo parecía brillar aunque distante, perdido más bien en una densa noche acuosa y fría.


Mira el reloj y se cuelga con el brazo izquierdo del poste donde se señala la esquina de la calle donde está. Se balancea quizás tarareando una canción, como una niña; su cabello húmedo gotea y salpica con estos movimientos gráciles al ritmo de algo así como jazz.


Se apaga la luz externa del bar, la del foco rojo que está en la entrada, sólo queda entonces el anuncio neón “The Marie Lloyd” que emite una especie de zumbido que de tan cotidiano resulta ya imperceptible. Nada, no hay ecos de pasos por la calle, o llantas que hagan de los encharcamientos olas. Renace una luz, la del encendedor, y un sonido, el del papel arroz y tabaco ardiendo. Sara sigue esperando.

1
Abre los ojos lentamente. Sólo puede mirarse las manos, las uñas de gel rotas, los rasguños en sus brazos. Las rodillas se le llenaron de tierra, siguen lastimándole los granos de arena donde está postrada a gatas en un lote baldío situado entre la maraña de calles y avenidas. Algo duele mucho, una parte de su cuerpo, algo sangra, podría ser su virilidad perdida a manos de un infame con cualquier objeto afilado en las manos y 300 pesos en la bolsa. Piensa con odio en que por fin fue desprovista de aquello que desde los 13 años empezaba a estorbar, así como el exceso de vello y volumen corporal, o la voz grave que de tan resonante le lastimaba. Quiere ir al hospital, no puede, ni siquiera puede levantar la mirada por los mareos, pesares; confusiones que le rondan la cabeza. Incluso si levantara la mirada, sólo vería sus cabellos enlodados. Resiste el inmenso deseo de llorar guardado desde los 17, hace diez años, con la misma agresividad de la que fue objeto cuando su hermano le sacó a golpes de la casa, liberándola de la manera más violenta.


Escucha unos pasos, pero no sabe qué sucede. Junto a sus manos arañando la tierra logra ver unos zapatos toscos, sucios, con las agujetas color miel. Siente una mano que toca su hombro pero le cuesta tanto levantar la vista. El hombre al lado suspira decepcionado, Sara lo escucha hablando por teléfono mientras ese cariño inmenso de la mano en su hombro le reconforta y le hace olvidar los años de maltrato y rechazo.


- Llamé a una ambulancia. No te muevas, vienen por ti.


A su vez los pasos se van alejando y le regalan a Sara una silueta masculina iluminada por la débil luz de un faro que parpadea.


2
Sara sale como todas las noches. Brilla algo en su mirada. Siente un inmenso amor que le hará sobrevivir, que le dará una vida eterna. Se acomoda el cabello, percibe los perfumes que se desprenden de sus rizos pelirrojos, olor a canela.


Sonríe, y sabe que de ahora en adelante, estará ahí esperando a que su gran amor regrese.

5 comentarios:

Karabá dijo...

¿Te quieres casar conmigo?

Elphaba dijo...

Muy bueno...

Dib dijo...

Sólo puedo decir que el sonidito que hace el letrero se llama "Efecto corona" y aunque normalmente no es muy peligroso, en ciertas circunstancias puede resultar fatal.

Pasando al texto, en la primera leída no comprendí de todo el texto. Ahora en la segunda leída, todo cae en su lugar.
Bravo.

Luisz dijo...

Pienso en: "The Mary-Lloyd Frankenstein", no sé porqué. ¿El efecto corona es por los anuncios de cerveza que hay afuera de los bares de mala y no tan mala muerte?

Namás hay que leerlo en el orden de los números por segunda vez para sentir el profundo dolor de una 'jarocha artesanal'...

...ouch.

Kuruni dijo...

Auch. Completo está más doloroso. Hermoso y doloroso.