jueves, 15 de abril de 2010

... Quidquid Latine dictum sit altum videtur ...

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Hacia la muerte vas derecho como un témpano desprendido de un polo.
VICENTE HUIDOBRO



Cultivar el pesimismo me parece una sabia manera de afrontar el tiempo venidero. De no ser así las decepciones o las desgracias que a uno le esperan se tornarán todavía más graves. Es cierto y nadie puede negar que esperar al enemigo es mejor que permitirle tomarnos por sorpresa.

El pesimismo no es una renuncia, sino un método para luchar contra enemigos que tarde o temprano nos vencerán. Así las cosas, el mundo exterior se desmorona y las derrotas, el desprecio, la incomprensión y finalmente el olvido es el destino de la humanidad.

El cambio es la esencia del tiempo, nada permanence excepto el movimiento. Cada determinado tiempo el entorno se transforma una vez más. Amigos abandonados por sus parejas, enfermedades, peleas que causan estragos irreparables y pobreza repentina.

El mundo ha cambiado demasiado en poco tiempo. Ahora los teléfonos tienen pantalla y colores y tonterías para que las personas combatan su acentuada soledad, pero en esencia no son símbolo de nada nuevo, acaso que la nueva comunicación no ha creado bienestar sino barbarie.

Ya vendrá el verano, la temporada de lluvias, las vacaciones, los eclipses, los árboles que se marchitan, las personas que nacen o envejecen. Y todos estos sucesos me convencen de que estamos hechos de tiempo y que el comienzo no deja de volver sobre sí mismo. Apenas el sol asoma en el horizonte, la noche que recién se ha ido se prepara para volver.

Es desesperante darse cuenta que nada de lo aprendido sirve para siempre. Pero nadie tiene las ganas ni la paciencia para saberse equivocado.

Las teorías son reemplazadas por teorías aun más absurdas, los muebles se hacen viejos y polvosos después de unos cuantos días, ni hablar de la tecnología y las mujeres creen que a los veinte años su juventud ha terminado.

Y si repentinamente me ataca la ingenuidad, parezco convencido de que a través de las palabras puedo pepenarme de una certeza, el lenguaje se me revela como un cúmulo de sonidos y símbolos que brillan con desesperación antes de perder el sentido.

No es sencillo acostumbrarse a ser un pasajero más, ni a tener como destino el olvido.

Es cierto que valores como la amistad o cosas más complejas e indefinibles como el amor hacen menos pesada la conciencia de pasar la vida construyendo cimientos en arenas movedizas y es cierto también que cada quién buscará remedios para sus propias obsesiones.

Pero, ¿qué pasará con todas esas personas que no conozco pero habitan en la misma ciudad que yo? ¿qué con las que se comunican en la misma lengua y no entiendo lo que dicen? ¿qué con los cientos con los que me he topado en la última semana? Seguramente mañana ya les habré olvidado.

Por esto, el filósofo y escritor francés Albert Camus expresa la inmediatez del presente en una categoría. El hombre absurdo. El hombre absurdo es el que no hace nada por lo eterno. Le basta con la conciencia de que la vida es perecedera, de ahí proviene su coraje. El hombre absurdo vive para el aquí y el ahora. Aunque mañana todo cambie.


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4 comentarios:

Dib dijo...

Por ahí dicen que los pesimistas somos optimistas con experiencia.

"Estamos hechos de tiempo"... esa frase me puso a pensar.

Frida U dijo...

"No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, sino que apura el recurso hacedero".

Unknown dijo...

Creo que este mundo ya está lleno de hombres absurdos, me he dado cuenta que dicen que todo está mal pero para que hacer el esfuerzo de pensar en alternativas si a fin de cuentas todo se acabará. Eso me da mucha tristeza.

Ana Marinera dijo...

Pfff nos pusimos existencialistas tsss.

Yo ya no sé ni qué pensar. ¿Eso me hará más feliz? O por lo menos más mediocre, que al caso se me hace que es lo mismo.