Despedida

Ya te habías ido antes: aquel día después de tomar café. Recuerdo que me dijiste que me habías extrañado y que debíamos vernos más seguido. Entonces supe que ya no ibas a estar nunca.
Quizá te estabas yendo desde que nos conocimos. Nunca me había sucedido querer a alguien desde la primera vez que lo vi; a ti te esperé a distancia y luego me acerqué para conversar. Te propuse algo sin saber que aceptarías y una semana después habíamos acordado vernos en un andén.
Cuando llegué sonreíste.
Entonces me enamoré.

(Nunca en nadie me sentí tan feliz como en ti y en tu sonrisa. Así dice la canción, ¿te acuerdas? "Prefiero su sonrisa y un café...")

Ese día me contaste que te gustaba esperar porque podías tomar tu tiempo para imaginar cómo sería mi llegada. Nos citamos muchas veces, muchas. Nos besamos por accidente la primera vez, en las escaleras hacia otro andén. Cuando tengo que pasar por ahí busco dar los pasos exactos de aquel día en que bailamos un vals de organillero en plena calle.

Nos besamos por accidente todas las veces, creo. Nunca quise besar tanto a nadie como quise besarte a ti. Quería besarte siempre, todo el tiempo.

Recuerdo la prisa de tu partida y la calma de tu presencia. Recuerdo cuánto lloré cuando me rompiste el corazón.

Hoy sé que no volveré a verte y siento que se me reúne en el pecho toda la necesidad que he tenido de ti.
Nada puede hacerse, sin embargo.

Ya te habías ido antes. Nunca terminaste de llegar. Cierro la puerta que da hacia tu vida y tiro la llave. Así son las despedidas. Y se llora, dicen, a solas y en silencio. Y se aprende a vivir con el dolor.